domingo, 7 de agosto de 2011

Entrevista a Bjarke Ingels para Floornature



Bjarke Ingels, fundador de BIG, dice a Floornature sus visiones para Copenhague: entre la sostenibilidad ambiental y estilos de vida, el plan de la ciudad y la política, las conversaciones joven arquitecto de sus proyectos y su combinación de la arquitectura y la textura social.

Entrevista de Flores Zanchi para Floornature



Mi primera pregunta trata sobre la ciudad en la que vive, ¿puede decirme cómo ve a Copenhague? 

BJARKE INGELS. 


Cuando pienso en Copenhague, pienso en la sostenibilidad, en particular en cómo la tecnología no tiene necesariamente que causar un deterioro de la calidad de vida, sino que debe ser al revés un modo de mejorarla. La sostenibilidad a menudo es asociada al sacrificio, en el sentido de tener que renunciar en parte a la calidad de vida para poder ser sostenibles. Creo sin embargo que en Copenhague hay muchos ejemplos de cómo la sostenibilidad puede mejorar en realidad la calidad de vida. En Copenhague, por ejemplo, el 37% de los habitantes se desplaza en bicicleta, por tanto, no perdemos tiempo parados en algún atasco o para buscar un lugar para aparcar. Las personas se mueven libremente en la ciudad. El agua del puerto de Copenhague, además, se ha vuelto tan limpia que es posible bañarse en ella. Éste es el tipo de actitud que hemos adoptado en algunas de nuestras obras: hemos proyectado un edificio con aparcamientos y un edificio de apartamentos en el que el aparcamiento crea un montículo artificial y todos los apartamentos se convierten en casas con jardines sobre una pendiente expuesta al sur. Se goza así de unas vistas de ático disfrutando de un jardín en el que poder correr y jugar. Y en uno de nuestros proyectos más recientes hemos cogido un barrio de casas de ciudad con jardines delante y hemos proyectado una manzana urbana de modo que sea posible ir a pie o en bicicleta del jardín al ático. El resultado es una especie de situación tridimensional en la el espacio social invade la parte vertical de la ciudad.

Tiene en curso otro importante proyecto en Copenhague, la instalación waste-to-energy de Amager Bakke. Es un bonito desafío para la ciudad y su sostenibilidad.BJARKE INGELS. 
La idea central representa el ejemplo definitivo de sostenibilidad: en lugar de echar la basura en los vertederos, reciclamos el 42% de los residuos, quemamos el 54% de estos residuos y los utilizamos para producir calor y electricidad. De hecho, el 97% de las casas de Copenhague no consumen energía para la calefacción aunque las temperaturas pueden ser muy rígidas, ya que recuperan el calor de aquel en exceso producido por la central eléctrica. Este proyecto es de gran alcance y surge en el centro de la ciudad, cerca del puerto. También hemos propuesto crear una pista de esquí sobre el tejado, porque aquí tenemos mucha nieve pero el país es completamente llano. Podríamos transformar el tejado en una pista de esquí artificial. En invierno, la gente podría coger el ascensor para subir a la parte superior de la central eléctrica y bajar esquiando hasta la planta baja.





Se trata de un buen ejemplo de combinación de espacio público y servicio urbano. ¿Cómo han aceptado el proyecto los ciudadanos? 
BJARKE INGELS. 
En general, cuando se prevé erigir una central eléctrica en el centro de la ciudad se esperan quejas como para no acabar: la gente no quiere vivir junto a una central eléctrica. En este caso en cambio hemos recibido muchos correos electrónicos de personas que preguntaban cuándo estaría acabado el proyecto ¡porque no veían la hora de lanzarse a esquiar!


Más recientemente ha ganado otro importante concurso internacional para la construcción de un nuevo complejo cultural de 27.000 m2 en Albania, ¿puede decirnos algo más a propósito de este proyecto? 


BJARKE INGELS. 



Se trata de un complejo cultural. Como probablemente sabrá, actualmente en Tirana hay tensiones a causa de que se van acercando las elecciones y, por tanto, estamos ansiosos de ver cómo se desarrollarán las cosas. El proyecto concierne a un complejo con un Museo de la Armonía Religiosa, un Centro islámico y una Mezquita. La idea base es también la de integrar la vida pública con el espacio religioso con el objetivo de integrar la religión en la ciudad. Hemos ido muchas veces a Tirana para echar un vistazo al proyecto, siempre en los fines de semana, en viernes y en las festividades. En estas ocasiones, hemos constatado que la actual mezquita es demasiado pequeña y muchos fieles se quedan fuera a la hora de rezar, en las calles. Nuestra intención es conjugar la plantilla de la ciudad de Tirana con la orientación hacia La Meca. En la planta baja, los tres edificios están orientados hacia La Meca para crear una plaza delante de la mezquita, mientras que nivel del tejado el edificio sigue la plantilla de las calles de la ciudad y de los muros. La idea es utilizar estas dos direcciones para crear un espacio exterior semicubierto, extendiendo prácticamente la mezquita al exterior, hacia la calle, pero invitando también a la calle y al espacio público a la mezquita, creando una especie de superposición, mitad en el interior y mitad en el exterior, mitad mezquita y mitad Tirana.

Usted siempre implica a la ciudad en sus proyectos y en general se ocupa de proyectos sociales, pero ¿cuál cree que es la relación entre la arquitectura y la política? 


BJARKE INGELS. 
Creo que la política consiste en tratar de escuchar las peticiones, los deseos y las preocupaciones de los ciudadanos y en transformar en realidad estas necesidades colectivas a través de la representación; de forma muy parecida, aunque más oculta, la arquitectura consiste en dar respuesta a las necesidades y a las preocupaciones de los ciudadanos. Como arquitectos nos afanamos continuamente para coordinar el esfuerzo colectivo dirigido a garantizar que nuestras ciudades y nuestros edificios sean idóneos para permitirnos vivir como deseamos y, en un mundo ideal, esto es lo que también deberían hacer los políticos.


¿Cree que la arquitectura es un instrumento promocional para la política o que la política es el instrumento para los arquitectos para lograr algo importante en una ciudad? 


BJARKE INGELS. 
Creo que ambas afirmaciones probablemente sean verdaderas: un proyecto arquitectónico puede tener a veces un significado promocional pero también nosotros como arquitectos tenemos que dejarnos implicar por la política porque, de algún modo, la política modela la realidad en la que trabajamos. En Italia, por ejemplo, es extraño ver al caso de Stefano Boeri, organizador de Festarch y redactor de Abitare, que fue una vez un arquitecto interesado en la política y ahora es probablemente más un político interesado en la arquitectura. Extrañamente es un poco como tener la misma preocupación por mejorar continuamente la vida cotidiana de las personas y hacerlo mediante la legislación en lugar de con la proyectación y, afortunadamente, podemos seguir haciendo ambas cosas.


Es bastante difícil imagino. ¿Qué siente cuando se le define como "l’Enfant terrible" del diseño y de la arquitectura? 


BJARKE INGELS. 
¡En realidad no sé nada de esto! Creo sin embargo que me he dado cuenta desde el inicio de mi carrera que estoy a menudo más interesado en la sociedad que en mirar la arquitectura en aislamiento. En lugar de considerar la arquitectura como una forma de arte autónomo, aislada del resto del mundo, creo que el papel de la arquitectura y de los arquitectos tiene que prever la implicación completa con el resto de la sociedad. En consecuencia, a veces nuestros proyectos pueden concernir más a las personas que no son arquitectos, porque crean posibilidades que de algún modo se integran en la vida cotidiana. En el pabellón danés de Shanghai, por ejemplo, había una bañera. La idea era la de crear una arquitectura activa donde poder caminar e ir en bici por el pabellón y las exposiciones, sumergir los dedos de los pies en la piscina en el centro. Hay un banco socialmente provocador que promueve varias formas de interacción con el pabellón. Hay una obra con la forma de una fuente que se convierte casi en un campo de juegos para los niños. Se trata, por tanto, bajo muchos aspectos, de una arquitectura que no trata sólo de aparecer bonita o poética, sino que crea realmente posibilidades. Alguien podría objetar que crear una pista de esquí encima de una central eléctrica no tiene nada que ver con la arquitectura, pero es de algún modo la arquitectura del organizar todos los aspectos de la vida humana en nuevas mezclas. Una especie de símbolo de la sostenibilidad humanística, económicamente y ecológicamente sostenible porque transforma la basura en energía pero también socialmente sostenible ya que transforma una central eléctrica en un parque público.

Viviendas (arriba)

Stand de Noruega en la expo de Shanghai 2010 (a la derecha)






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